Un largo camino recorrido para reparar una fractura de tibia distal después de 5 años

Algunas personas se merecen un premio a su insistencia para encontrar la solución a los problemas que padecen. Solo aquellos que creen en las razones que les damos, en los casos similares solucionados que les mostramos y que comprenden las soluciones que les ofrecemos, son los que logran solucionar su problema. Como os he contado muchas veces con frecuencia algunos pacientes que veo se quedan perplejos cuando les decimos, que su problema tiene una solución mejor a la que le han dado en otros sitios.

El pasado martes en Barcelona me decía  un paciente con Charcot-Marie-Tooth, que no podía entender por qué la solución que le daban en un hospital público era tan diferente a la que yo le estaba diciendo. Efectivamente ahí solo le decían que podían  fijarle el tobillo, mientras que yo le hablaba de alinear su pie y de transferir los tendones que funcionaban al dorso del pie para que pudiera levantarlo y no caerse al caminar. Yo veo la confusión en sus rostros cuando comparamos tratamiento de hace 50 años con los tratamientos de la moderna Neuro-Ortopédia del siglo XXI.

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Y os cuento esto porque hace unos días hemos operado a un paciente, llamemosle Joaquin, del sur de España, que sufrió una fractura del tercio distal de la tibia y peroné. Fue operado en un hospital de su ciudad, sin obtener unos resultados satisfactorios, por este motivo se vino a Madrid donde fue tratado en un centro muy próximo al deporte, donde le volvieron a operar, pero «olvidarón», aplicar los principios básicos de la reconstrucción de los huesos largos como es obtener estabilidad. Si,  a la tibia le faltaban unos 7 centímetros de hueso en su parte anterior, era evidente que nunca se podría curar la fractura a pesar de ponerle una placa en la parte media, que como era de esperar empezaron a romperse y desalojarse los tornillos, lo que producia dolor e incapacidad para caminar.  El paciente me decía lo frustrante que le había supuesto el perder casi cinco años, oyendo siempre palabras de buenos resultados y que nunca se cumplieron.

Por eso, lo que hicimos primero fue retirar la placa y los tornillos rotos, para luego limpiar los dos extremos del hueso roto y que estaban cubiertos de tejido fibroso que actuaban como una barrera y que impedían que se consolidaran. Pero lo más importante vino después, ya que sacamos del propio paciente un trozo de hueso de 7 centímetros poder cubrir la parte de la tibia que faltaba, la colocamos rellenando el hueco y colocamos dos placas una a cada lado del hueso, con muy pocos tornillos, ya que no se trata de atornillar las placas con todos los agujeros, si no usarlas como soporte. De esta forma conseguimos reducir la fractura y darle estabilidad a la tibia.

Con este procedimiento hemos conseguido curar a decenas de pacientes con este mismo problema y sobre todo que acabe de una vez por todas la angustia que sufren estas personas cuando ven que su problema no se arregla.

Hasta el próximo post.

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